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El Prendario, vital para la familia

Por Catalina Pazmiño

Hace más de cuatro años Narcisa Cáceres recibió una noticia. Su esposo Jorge Zaldumbide, de 56 años, había perdido su empleo. Un despido intempestivo en la empresa en la que trabajaba transformó la cotidianidad de ella y su familia.

Narcisa junta sus manos recordando la preocupación por pagar las cuentas.

Esta ama de casa, de 53 años, de tez trigueña y cabello negro, de voz suave y carácter amable no tiene desde hace 30 años un empleo formal.

Hace tres décadas trabajó para el Municipio del cantón Rumiñahui, sacando copias, llevando y trayendo documentos de la institución. Luego, al casarse, se dedicó a cuidar a su familia. Cuando la situación se volvió difícil empezó a laborar a medio tiempo con su hermana en un salón de belleza, por un pago mínimo.

Con la tranquilidad que caracteriza su voz, Narcisa le contó a su hermana su situación. Ella le prestó una casa, para evitar el pago de un arriendo.
 
La familia se trasladó entonces a la casa de planta baja, paredes blancas y piso de cemento pintado, cuya sencillez contrastaba con el resto de edificaciones y conjuntos habitacionales en Sangolquí; lugar donde nació y ha vivido toda su vida.

Sin embargo, esa ayuda no era suficiente. Los gastos cotidianos de alimentación, pago de luz, agua, teléfono y la pensión que debía pagar mensualmente en el colegio de su último hijo ascendían a más de 500 dólares mensuales.

Sin ahorros y al no ser ni ella ni su esposo sujetos de crédito en las instituciones financieras por no contar con un empleo estable, ni tener un bien inmueble que avalara un préstamo, Narcisa pensó en su único patrimonio: las joyas de oro que su esposo le había regalado durante sus 30 años de matrimonio.

Había escuchado hablar de los Montes de Piedad del Banco del IESS, pero nunca había pedido un préstamo. Los bajos intereses y la seguridad que brindarían a sus joyas fueron factores determinantes al decidir llevarlas y dejarlas como prenda para acceder a un crédito inmediato.

Acudió a la oficina de préstamos prendarios ubicada en ese entonces en el centro histórico de Quito. La atención le pareció buena y su personal amable. Desde aquella ocasión, Narcisa ha pagado y ha vuelto a poner en prenda sus alhajas cada seis meses durante los últimos cuatro años.

No recuerda cuánto dinero le dieron la primera vez; sin embargo, percibe que con el paso del tiempo, el valor de sus joyas se ha incrementado y por lo tanto el monto del crédito al que puede acceder también.

Jamás se ha retrasado en ningún pago. Siempre está pendiente de las fechas de vencimiento de sus obligaciones crediticias. Sabe que el Biess le da opciones para cancelar su deuda, a través del pago total o la renovación de su préstamo, para evitar que sus joyas sean rematadas por mora.

Hace un año, luego de tres de desempleo, su esposo Jorge volvió a trabajar en el mismo lugar donde laboró ella, hace más de tres décadas y, por coincidencia, desempeñando sus mismas funciones. Su hijo, quien lleva el mismo nombre del padre, terminó la secundaria. El joven, de 17 años, quien aún conserva sus facciones de adolescente, sueña con ir a la Universidad Católica del Ecuador y estudiar Nutrición. La situación financiera aún es compleja para la familia  y él lo sabe, por lo que tratará de obtener un beca.

Los tres aún viven en la casa prestada y no hay lujos en su hogar. Sus muebles están cubiertos por sábanas blancas y a pesar del tiempo que viven allí, mantienen en un rincón de la sala varias cosas empacadas en cartones, como si no quisieran acomodarlas porque saben que algún día tendrán que salir de allí.

Sin embargo, la próxima vez que se cumpla el plazo de su crédito, Narcisa piensa renovarlo con el pago del 30% del monto adeudado, refinanciando la cifra restante hasta 180 días plazo o realizar abonos parciales.

Su meta es cancelar en su totalidad el préstamo prendario y volver a tener en sus manos sus joyas, con la certeza de que el Banco del IESS le ofrece la opción de un crédito rápido e inmediato cuando ella o su familia lo necesiten.

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