El Pregonador de los Remates
Guido Fiallo tiene 51 años y desde hace 26 trabaja como valorador de joyas en el Monte de Piedad de Ambato. Su experiencia le ha permitido participar en los procesos de remates en el lugar donde trabaja, y en otras agencias del país, unas veces como pregonero y otras como re-avaluador.
Minutos antes del inicio de la subasta, Guido revisa una vez más la lista que detalla las características de los 75 lotes de joyas que se rematarán por mora en el pago de préstamos prendarios.
Al escuchar el anuncio de Janneth Paredes, Jefe Nacional de Préstamos Prendarios y presidenta de la Junta de remates, Guido empieza su labor.
Ser pregonero consiste en presentar las prendas en orden numérico y moderar las ofertas que se presenten en la subasta pública. Sobre una pizarra blanca se proyecta en forma ampliada cada una de las imágenes de las joyas que se liquidarán.
La presencia de este hombre corpulento, de voz voz tranquila y gestos amables, no pasa desapercibida para los 40 asistentes al proceso.
Unas 10 personas permanecen de pie. La mayoría está sentada en la sala de espera de atención al cliente del Monte de Piedad, convertida, por ese día, de 12h00 a 17h00, en el salón de subasta.
Aunque el espacio es de tan solo unos 50 m2, usa un micrófono para que su voz sea fuerte y clara.
Parte de la responsabilidad es llevarlo de la forma más amena posible para despertar el interés de los oferentes, por lo que bromea con los asistentes.
Cuando se encuentra tras las ventanillas se puede pensar que es una persona sin sentido del humor. El cambio es evidente cuando está frente al micrófono, dando los detalles de las joyas que esperan un nuevo dueño.
Anuncia cuántas alhajas contiene el lote, el gramaje, valor en quilates y precio base. Cada prenda se adjudicará al mejor oferente.
Invita a los asistentes a presentar sus ofertas, especialmente a quienes acuden al remate por primera vez, ya que temen sobrepasar el valor de la inversión. En muchas ocasiones estas personas se van con las manos vacías por su indecisión.
Con el anuncio de la primera prenda, el interés empieza a despertar. Dos y tres rematistas ofertan sobre el mismo lote, cada vez que uno alza la paleta con el número que lo identifica. El pregonero pregunta quién ofrece más y las ofertas empiezan a crecer en rangos de 10 o 20 dólares. Cuando ya nadie más hace una oferta, Guido da una última oportunidad a los interesados, y dice “320 a la una, 320 a las dos y 330 a las tres. ¡Vendido!”
La presidenta de la junta anota el número del adjudicatario, para realizar el cobro y emitir el certificado de compra – venta.
La trasparencia es fundamental en el proceso. El valor base varía de acuerdo al número de joyas que contiene cada lote y los quilates de oro. Guido especifica si la joya tiene alma de plata, es decir si es enchapada en oro o si presenta algún desperfecto como una pulsera sin broche o una cadena rota.
El trabajo de pregonar termina dos horas después de su inicio. Se remataron 73 de los 75 lotes de joyas. Fue un buen día, no solo para el Monte de Piedad sino también para Guido.
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